Jugar en el campo de Salesianos no es agradable, incluso aunque no llueva. Al menos en esta ocasión hay marcador electrónico, sobre una mesa, junto a la anotadora. Si además tenemos algunas bajas como es el caso, es difícil ganar. Y máxime a un Águilas que esta temporada es uno de los favoritos, según parece.
Con todo esto voy con una idea clara, y es que la opción de perder está ahí, así que podemos jugar sin ninguna presión, y a partir de aquí, quizá dar una sorpresa...
Tal idea se va pronto al carajo. El calentamiento nos lo estamos tomando de una manera poco 'competitiva', parece que viniéramos a pasearnos; hay que decir incluso cuándo se cambia la fila de tiro en las ruedas. En fin, no empieza bien...
Sin embargo hacemos un parcial de 0-4. No sé Águilas, pero yo sí estoy sorprendido de este arranque. Aunque será ésta nuestra única ventaja en todo el partido. A partir de ahí, falta de concentración y miedo ante una presión local no especialmente asfixiante, lo que se traduce en pérdidas; 'pasar' de las explicaciones dadas en el banquillo, lo que se traduce en más pérdidas; no saber y/o concentrarse y/o tener paciencia en los sistemas de ataque, lo que redunda, también, en más pérdidas.
Aunque nuestra defensa no es especialmente brillante, nuestro ataque resulta uno de los más lamentables en la historia del club, y acabamos encajando la segunda mayor paliza en quince años.
A pesar de todo ello, durante el partido y al finalizar el mismo, oigo una serie de frases, de comentarios, que en función del resultado se me hacen incomprensibles. Son frases que soy incapaz de asociar a un encuentro perdido por casi 50 puntos. Frases, como el partido, para olvidar.
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