miércoles, 11 de enero de 2012

Agur amama

Es diciembre. Ha venido, una vez más, para ver un partido de su nieto Iban. Su carácter, su entrañable amor familiar le hace subir de nuevo la cuesta de Zurbaranbarri para ver uno de nuestros partidos. Esta temporada ese amor debe repartirlo entre sus dos nietos, que ya no juegan juntos.
Cuando la veo llegar, acompañada de su hija y de su yerno, no puedo menos que sonreír. Su presencia ilumina este oscuro pabellón.

Ha venido hasta Sopelana. Es nuestro último partido de la temporada anterior, nuestro juego ha rayado el absurdo, no estoy de humor, no apetece celebrar nada. Sin embargo ahí está ella, con una sonrisa que no se puede obviar. Resulta contagiosa, y en un momento he dejado al margen el mosqueo y estoy charlando con ella. Unos minutos después le entregamos un ramo de flores, que representa el cariño que el club le profesa. Verla ahí cada jornada me supone un plus de alegría.


Es 2007, ha llegado la familia Begoña para apoyar a nuestros dos nuevos jugadores, Iban y Unai. Con sus aitas y su hermana viene también la amama María Teresa. Cuánta ilusión la de esta mujer, que a su edad suba hasta aquí para verles. Ya me gustaría que me contagiara al menos una parte de su entusiasmo, de su vitalidad...
Será una temporada en la que sus nietos jugarán pocos minutos, mas ahí estará ella, una jornada tras otra, sentándose en alguno de los incómodos y bajos banquillos del colegio destinados a los aficionados. Con el tiempo nuestro capitán pensará en una solución para mitigar la incomodidad de estos asientos, y le procuraremos una colchoneta para apoyar la espalda.



Cuando comience el partido miraré hacia la puerta, esperando tu llegada,
mientras tus nietos corren, miraré al banco buscando tu sonrisa,
al acabar el partido me seguiré contagiando de tu ilusión,
y cuando marchemos del colegio, tu recuerdo vendrá con nosotros.
Beti gure bihotzean